Ana de Mendoza y la Cerda (1540-1592), era hija única de Diego Hurtado de Mendoza, Príncipe de Mélito y nieto del Gran Cardenal Mendoza
Educada por su madre, su infancia y juventud estuvo muy influida por las peleas y separaciones entre sus padres, en gran parte debidas al ya mencionado carácter mujeriego de Diego, y que llevarían a una separación "de hecho".
Con el favor de Felipe II, Rui entroncó por matrimonio con los poderosos Mendoza a través de una rica heredera. Como la novia era muy jóven, y la familia Mendoza muy poderosa, las capitulaciones se firmaron en Alcalá de Henares, entonces residencia de los padres de la joven novia, la cual permanecería unos años en casa de sus padres hasta las velaciones y la consumación del matrimonio.
En las capitulaciones se estipulaba que el padre de Ana les cediera el título Condes de Mélito, permaneciendo él como Duque de Francavilla, título que le concedió Felipe II. Ana acompaña a su madre en 1557 a la Corte que en Valladolid tiene la princesa regente Juana de Austria, y allí se producen nuevos escándalos entre su madre y su padre debido al amancebamiento público de éste con una nueva amante que, al salir de la Corte, se llevaría con él a Pastrana, llegando a tener con ella su segunda hija ilegítima (que llamó María de Mendoza). Felipe II envió a Ruy Gómez a entrevistarse con Carlos V en Yuste, lo que aprovechó para visitar a Ana, consumar el matrimonio (hacia 1557 o 58) y engendrar el primer hijo de ambos (Diego, que murió en la primera infancia). Embarazada, Ana y su madre se refugiaron en la fortaleza de Simancas, dónde no hacía más que padecer y llorar, aunque se escribió de ella "que tiene más seso que todos ellos", al compararla con sus padres.
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